Cuesta creer que alguien que estuvo desaparecido durante las horas más críticas de la DANA; que cambió varias veces la versión sobre su paradero; que telefoneó al alcalde de Cullera “en tono alegre y frívolo”; que ha sido desmentido por la AEMET, la CHJ y la UME y que no ha pedido perdón aún, pueda mirar a los ojos de los valencianos. ¿No le resulta insoportable el dolor, la culpa o la vergüenza?